Las estructuras de anclaje flexibles en muchos organismos acuáticos evitan el pelado al distribuir las fuerzas en un área más grande.

Vivir en o cerca de la zona intermareal de una costa rocosa generalmente requiere ser bueno para aguantar. Los organismos que viven en este hábitat comúnmente se enfrentan a olas que rompen y fuertes flujos submarinos que ejercen fuerzas variables en todas las direcciones.

Para resistir estas fuerzas, muchos organismos intermareales se adhieren a rocas y otras superficies utilizando partes que funcionan como anclas flexibles. Estas estructuras de anclaje comúnmente consisten en una base en forma de disco que se estrecha gradualmente y se vuelve más flexible a medida que se une al cuerpo principal. Los ejemplos incluyen fijaciones sobre algas marinas y las patas de los caracoles intermareales. Cuando las fuerzas impactan en el anclaje, la base queda firmemente unida mientras que el resto de la estructura puede doblarse y deformarse levemente. Esta flexibilidad evita que las fuerzas se concentren en una pequeña zona del anclaje, situación que aumenta las posibilidades de pelado y desprendimiento.

Última actualización 5 de septiembre de 2018