Las yemas de los dedos aumentan la sensibilidad al tacto debido a los mecanorreceptores debajo de la superficie de la piel.

Las yemas de los dedos humanos son probablemente las áreas de piel más sensibles en el mundo animal; pueden sentir la diferencia entre una superficie lisa y una con un patrón incrustado de solo 13 nm de profundidad. Esto se debe a las crestas epidérmicas en la superficie de la yema del dedo, que permiten a los humanos diferenciar entre una amplia gama de texturas, materiales, temperaturas y presiones. Si bien cada persona tiene un patrón único de crestas (es decir, huellas dactilares), el patrón no es crucial para la función. Justo debajo de las crestas se encuentran los mecanorreceptores, un tipo de receptor sensorial que responde al estímulo táctil. La fricción causada por el movimiento de la yema del dedo a lo largo de una superficie o material estimula los mecanorreceptores, que luego transmiten la información táctil al cerebro.

Hay cuatro tipos principales de mecanorreceptores en las partes lisas (no peludas) de la piel de los mamíferos: corpúsculos lamelares, corpúsculos táctiles, terminaciones nerviosas de Merkel y corpúsculos bulbosos. Los corpúsculos lamelares responden a cambios en la vibración y la presión, mientras que los corpúsculos táctiles son particularmente sensibles al tacto ligero. Las terminaciones nerviosas de Merkel responden a los cambios generales de presión y ubicación, así como al contacto estático profundo, como los bordes y la forma general. Los corpúsculos bulbosos son sensibles al estiramiento de la piel y al deslizamiento de un objeto contra la piel, lo que permite un mejor agarre.

Esta estrategia fue aportada por Safi Marroun y Teresa McNulty.

Última actualización 17 de agosto de 2017