Ya sea dentro o fuera de sus cuerpos, o completamente separados de ellos, los seres vivos de todo tipo crean estructuras que deben ser confiables y hacer un uso eficiente de los recursos.

Los sistemas vivos están sujetos a muchas fuerzas y tienen estrategias para minimizar el impacto de esas fuerzas. Sin embargo, cuando un sistema vivo se somete a esfuerzos que superan su capacidad para soportar un peso o una carga, puede fatigarse, pandearse o deformarse. La falla estructural puede hacer que el sistema vivo se desmorone o colapse, lo que en última instancia puede provocar la muerte o una capacidad reducida para reproducirse. Los sistemas vivos evitan la falla estructural completa utilizando estrategias que minimizan el daño del tipo específico de fuerza que causa la falla. Por ejemplo, un árbol sometido a cargas pesadas de nieve mojada debe minimizar el daño causado por fuerzas como la compresión y la tensión. Lo hace al tener una estructura compuesta, extremidades flexibles y mayor soporte en la base de las extremidades.

Las plantas, los animales y otros lidian con el mismo estrés físico, pero han desarrollado métodos asombrosamente diversos para lidiar con ellos. ¿Qué podemos aprender de cada uno de ellos?