La cutícula de las patas de la langosta resiste el daño sin pérdida de fuerza a través de la resistencia a la fractura y la baja rigidez.

Los exoesqueletos de insectos están hechos de cutícula, que se encuentra entre los biomateriales más comunes. Son extremadamente ligeros y, sin embargo, inmensamente fuertes y duraderos. Las cutículas como las que se encuentran en las patas de la langosta deben ser capaces de soportar muchas fuerzas altas y repetitivas (por ejemplo, saltos). Uno podría imaginar que un material tan liviano se rompería rápidamente después de la exposición repetitiva a tales fuerzas, pero por el contrario, estas cutículas pueden evitar la desecación y el daño al implicar sus propias fuerzas mecánicas. Un estudio reciente realizado por los investigadores Dirks y Taylor ha cuantificado las fuerzas mecánicas utilizadas por estos pequeños insectos. Sus resultados muestran que solo los de los materiales metálicos superan el alto valor de su tenacidad a la fractura (el valor cuantificado de la fuerza externa que se le aplica). Lo que es único acerca de esta cutícula es que, a diferencia de la mayoría de los materiales fuertes, no hay refuerzo mineral (como el que se encuentra en el hueso). La falta de refuerzo permite que la cutícula permanezca bastante flexible y, sin embargo, notablemente fuerte.

Última actualización 14 de septiembre de 2016