Adaptar comportamientos
El entorno cambia constantemente y si los sistemas vivos no pueden adaptarse a estos cambios, no sobrevivirán. Los cambios ambientales pueden ser cíclicos, como las estaciones, repentinos, como las inundaciones o los incendios forestales, o graduales pero a largo plazo, como los ecosistemas que pasan de etapas tempranas a maduras. Estos cambios requieren cierta flexibilidad en las respuestas conductuales para adaptarse a las condiciones específicas. Por ejemplo, mientras nada un pez llamado lamprea, se enfrenta constantemente a cambios en las corrientes. Los sensores de piel lo ayudan a detectar esos cambios y ajustar su movimiento en consecuencia.
Modificar Posición
Muchos recursos que los sistemas vivos requieren para sobrevivir y reproducirse cambian constantemente en cantidad, calidad y ubicación. Lo mismo ocurre con las amenazas a las que se enfrentan los sistemas vivos. Como resultado, los sistemas vivos tienen estrategias para mantener el acceso a recursos cambiantes y para evitar amenazas cambiantes ajustando su ubicación u orientación. Algunos sistemas vivos modifican su posición moviéndose de un lugar a otro. Para aquellos que no pueden cambiar de ubicación, como los árboles, modifican la posición moviéndose en el lugar. Un ejemplo de un organismo que hace ambas cosas es el camaleón. Esta criatura puede moverse de un lugar a otro para encontrar comida o escapar de los depredadores. Pero también puede permanecer en un lugar y girar los ojos para proporcionar una vista de 360 grados para que pueda cazar sin asustar a su presa.
Adjuntar temporalmente
A veces, los sistemas vivos deben, temporalmente, permanecer en un lugar, escalar o moverse de otro modo, o mantener las cosas unidas. Esto implica adherirse temporalmente con la capacidad de liberar, lo que minimiza el uso de energía y material. Algunos sistemas vivos se adhieren, separan y vuelven a unir repetidamente durante un tiempo prolongado, como durante su vida. A pesar de ser temporales, estos archivos adjuntos deben resistir fuerzas físicas y de otro tipo hasta que hayan logrado su propósito. Por lo tanto, los sistemas vivos tienen mecanismos de apego adaptados optimizados para la cantidad de tiempo o la cantidad de veces que deben usarse. Un ejemplo es el gecko, que trepa por las paredes pegando los dedos de las patas durante menos de un segundo. Otros ejemplos incluyen insectos que adhieren sus huevos a una hoja hasta que eclosionan e insectos cuyas alas se adhieren temporalmente durante el vuelo pero se separan después de aterrizar.
Adjuntar permanentemente
Un sistema vivo puede conservar energía uniéndose permanentemente a un sitio en particular porque puede aprovechar los recursos que se le presenten, en lugar de gastar energía para moverse hacia los recursos. Un apego permanente, destinado a durar toda la vida del sistema vivo, crea desafíos especiales. Por ejemplo, los mecanismos físicos, como el ancla que sostiene un alga marina en el fondo del océano, deben ser capaces de resistir las fuerzas que pueden sacarla de su sustrato. Los mecanismos químicos, como el pegamento de un percebe, deben evitar la descomposición tanto física como química, como ser disueltos por el agua.