Manejar la tensión
Cuando un sistema vivo está bajo tensión, significa que hay una fuerza tirando de él, como una persona tirando de una cuerda atada a un caballo. Cuando se aplica a un sistema vivo, a menos que el sistema sea completamente rígido, el resultado es que se estira. Si el estiramiento excede la resistencia del material del sistema vivo, puede dañarlo. Los sistemas vivos manejan la tensión utilizando materiales que son lo suficientemente flexibles y elásticos para sobrevivir a la mayoría de las tensiones que ocurren en su entorno. La zona intermareal del océano ofrece un buen ejemplo. Las olas y las mareas entrantes y salientes ejercen tensión sobre los organismos de cuerpo blando. Los mejillones resisten la tensión con hilos flexibles que los sujetan a las rocas; en contraste, las algas grandes tienen frondas elásticas.
Administrar compresión
Cuando un sistema vivo está bajo compresión, hay una fuerza que lo empuja, como una silla con una persona sentada en ella. Cuando se aplica uniformemente a todos los lados de un sistema vivo, la compresión da como resultado una disminución del volumen. Cuando se aplica en dos lados, da como resultado una deformación, como cuando se empuja en dos lados de un globo. Esta deformación puede ser temporal o permanente. Debido a que los sistemas vivos deben conservar su forma más eficiente, deben asegurarse de que cualquier deformación sea temporal. El manejo de la compresión también brinda la oportunidad de disminuir los efectos de otras fuerzas. Los sistemas vivos tienen estrategias para ayudar a prevenir la compresión o recuperarse de ella, mientras mantienen su función. Por ejemplo, los elefantes africanos adultos pesan entre 4,700 y 6,048 kilogramos. Debido a que deben soportar todo ese peso en sus cuatro patas, los tejidos de sus patas tienen características que permiten que la compresión absorba y distribuya las fuerzas.
Prevenir la deformación
Cuando un sistema vivo se somete a compresión, tensión, corte, flexión o torsión, sus fuerzas intermoleculares internas a menudo pueden resistir estas fuerzas e incluso cambiar de forma temporalmente, volviendo a la forma original cuando las fuerzas cesan. Sin embargo, si la fuerza es demasiado fuerte o dura demasiado, puede ocurrir una deformación permanente o una falla estructural que provoque la muerte. Por lo tanto, los sistemas vivos tienen estrategias para resistir la deformación o ayudar a garantizar una deformación limitada. Por ejemplo, los huesos tienen cristales delgados y fibras proteínicas que brindan fuerza y flexibilidad, protegiéndolos de las fuerzas que, de otro modo, causarían deformación en el día a día.