Cooperar dentro de la misma especie
Una especie es un grupo de organismos capaces de reproducirse para producir descendencia fértil. Cuando los individuos dentro de una especie emprenden actividades que se benefician mutuamente, esa cooperación beneficia no solo a los individuos, sino también a las poblaciones locales y más amplias de esa especie. Colaborar en actividades como encontrar comida, controlar parásitos y protegerse de los depredadores mejora la supervivencia general. Para cooperar, debe haber suficiente beneficio para un individuo, y especialmente para una población, para justificar cualquier riesgo asumido por los individuos. A través de la cooperación, el riesgo se distribuye entre los individuos y los beneficios para la comunidad son mayores que la suma de los beneficios para los individuos. Un ejemplo son las aves que se reúnen en bandadas, una actividad cooperativa más beneficiosa que actuar en solitario. Mientras que algunas aves buscan alimento, otras buscan depredadores. Cuando uno encuentra comida, los demás también se alimentan de ella. A pesar de la competencia potencial a corto plazo por un individuo que encuentra comida, a largo plazo, ese mismo individuo se beneficia cuando otros encuentran diferentes fuentes de alimento.
Cooperar/competir entre diferentes especies
Desde el parasitismo hasta los mutualismos, existen infinitas interacciones entre organismos en la naturaleza. Las interacciones entre especies que conducen a un resultado negativo para una especie se conocen como competencia. La cooperación ocurre cuando los organismos trabajan juntos para el beneficio de cada organismo o especie. Si bien la competencia a menudo ocurre por recursos o compañeros, cuanto más han comenzado los biólogos a buscar ejemplos de cooperación en la naturaleza, más han encontrado. Por ejemplo, alrededor del 90% de las plantas tienen una asociación beneficiosa con los hongos. Los hongos proporcionan a la planta nutrientes como nitrógeno y fósforo, a cambio de azúcares de la planta.
Mantener la biodiversidad
Cuanto mayor sea la cantidad de variación genética y de especies en un ecosistema, más resistente será ese ecosistema a las perturbaciones. La variación en los ecosistemas de la Tierra también contribuye a la resiliencia de la Tierra ante cambios impredecibles. Esta variación se llama biodiversidad. Debido a que los sistemas vivos compiten entre sí por los escasos recursos, mantener la biodiversidad implica crear condiciones para que una gran variedad de especies coexistan y se reproduzcan con éxito. Por ejemplo, dentro de un humedal existen diferentes tipos de vegetación. Esta diversidad da como resultado un mosaico complejo de microambientes a medida que los tipos de vegetación alteran los flujos de aire, los regímenes de luz y la temperatura y la química del agua. Debido a que los organismos varían en sus condiciones ambientales ideales, estos microambientes aumentan la diversidad de plantas en el humedal. A su vez, tener un humedal en un área seca aumenta la biodiversidad a una escala aún mayor.