Adaptar comportamientos
El entorno cambia constantemente y si los sistemas vivos no pueden adaptarse a estos cambios, no sobrevivirán. Los cambios ambientales pueden ser cíclicos, como las estaciones, repentinos, como las inundaciones o los incendios forestales, o graduales pero a largo plazo, como los ecosistemas que pasan de etapas tempranas a maduras. Estos cambios requieren cierta flexibilidad en las respuestas conductuales para adaptarse a las condiciones específicas. Por ejemplo, mientras nada un pez llamado lamprea, se enfrenta constantemente a cambios en las corrientes. Los sensores de piel lo ayudan a detectar esos cambios y ajustar su movimiento en consecuencia.
Coordinar por autoorganización
Para crear y mantener una comunidad saludable de individuos y ecosistemas se requiere que los sistemas vivos coordinen sus actividades. La coordinación no significa necesariamente que haya un líder orquestando lo que sucede. En la naturaleza, la coordinación generalmente se logra a través de la autoorganización. En una bandada de gansos que vuelan en formación de V, por ejemplo, no hay un ganso líder que controle dónde vuelan todos los demás. La bandada utiliza esta formación porque cada ganso obtiene energía de los vórtices de aire creados por el ganso que tiene delante. El ganso líder no obtiene ese beneficio, así que cuando se cansa, retrocede y otro ganso toma la posición delantera.
Control Biológico de Poblaciones, Plagas, Enfermedades
Un ecosistema debe evitar la superpoblación de cualquier especie dentro de él, así como la propagación de plagas y enfermedades, para permitir que los organismos sobrevivan sin amenazar con el exterminio de otros organismos o ecosistemas. Para controlar plagas y enfermedades, los sistemas vivos utilizan estrategias tales como desarrollar anticuerpos y matar o repeler plagas u organismos que causan enfermedades. Los ecosistemas tienen frenos y contrapesos para mantener poblaciones, plagas y enfermedades. Por ejemplo, en un lago, el equilibrio de depredadores, presas y nutrientes es crucial para el correcto funcionamiento del ecosistema. Los peces depredadores mantienen bajo el número de presas más pequeñas, lo que a su vez mantiene bajo control a las poblaciones de zooplancton que se alimentan de algas. Cuando los niveles de cualquiera de estos organismos cambian, el cambio puede alterar la salud de todo el ecosistema.